miércoles, diciembre 07, 2005

1
Mentir es un oficio interesante. Elegir palabras que encubran la realidad para velarla y convertirla en otra cosa. Saber que ocurrió algo y contarlo al revés, o de manera que parezca tan distinto que quien no estuvo ni presencio los acontecimientos, o le fueron relatados por algún testigo, no pueda ya en su sentir o su capacidad de evaluar racionamente la posibilidad de hacerlo con justeza. Es quebrar el mundo y convertirlo en farsa a base de matáforas o de inversiones del tiempo y del espacio.
Hay quien lo hace con un arte magnífico que transmuta el pasado en futurible y quien promete ir a hacer que un pasado se cumpla por fín. Pero, en cualquier caso, se puede ser un artista del cinismo, un rey de la hipocresía, un mago de la invención o un embustero pertinaz y convulsivo con aires maquiavélicos de salfumán de los estados, capaz de engañar a los agaces y de vender por más valor que un potosí un trozo de mierda oropelizado: son gentes con gran labia, vendedores de aire caramelo, políticos de lengua barroca populista, inventores de negocios en pirámide y creadores de fábulas escritas, pintadas, esculpidas o hechas música y después dinero.
Pero también están los mentirosos cutres, los cotillos y meledicentes, los que apuñalan por la espalda y a destiempo, asesinos en serie de la vida que destrozan por envidia o miedo y son capaces de humillar para buscar una sonrisa o su propia complacencia de inútiles deseperados.
Así se construye el Poder, mintiendo y negando la evidencia para construir alrededor un círculo de miedo que atraiga a los cobardes, esos que no son capaces de dar la cara y decir "así soy yo y no necesito nada".
2
Siempre me he encontrado en esa difícil situación que representa la duda entre "ser" y "querer ser".
Mi imaginario mental tiene tales proporciones que situan mi capacidad de decidir en el borde de un precipicio, en una cima de catástrofe donde cualquier camino es malo porque deshecha el otro y el tiempo no permite marcha atrás. Como el "Koller" de "los Comebarato" de TB cabe tanto en la perfección de mi libro (mi vida, mi obra, cualquiera sea esta) que excluye su realización por quedarse en algo demasiado burdo, corto, limitado para lo que debería ser, o sea todo.
Escribo. Pero no termino mis novelas. O las dejo sin pulir porque hacerlo supondría enmendar, quitar, renunciar a cosas puestas o a otras que se me habrán ocurrido en el interín y que no tocan la trama primcipal.
Hago fotografías magníficas, pero dificilmente llegaré a ser reconocido como esos que se presentan a concursos y premios o andan en los bordes de los poderosos, ya que no edito mi trabajo con saña, es decir con la autoridad con la que lo hago con el de otros, por ejemplo, ya que también soy editor gráfico. Como digo, no me presento a concursos ni premios ya que me fastidia competir, tengo miedo de perder y también tengo miedo de ganar y tener que dar explicaciones , además de que me haría tener que superarme a mí mismo y eso duele.
Esas cosas me suceden con mi propia vida que es la obra máxima que cada uno emprende y en las que se busca la perfección, es decir la felicidad.
Tengo docenas de miles de fotografías sin ordenar, miles de páginas escritas sin revisar ni pasar a limpio, cuadros amontonados, libros que compré para leer y esperan mi ojos en la estantería,películas y otros objetos amontonándose en pilas de memoria, recuerdos traídos de viajes para adornar o regalar y que no adornan nada o no tuvieron la suerte de ser entregados a alguien que los disfrutara. Sueños que son de tal fantasía que se convierten en imposibles y para los que yo mismo bloqueo cualquier realización en pos del éxito. Soy una hormiguita, casi un loco diógenes, que junta ideas y recuerdos para nada.
Porque, una vez que mueres ¿Adonde van tus sueños, tus fantasías, tus recuerdos...?
¿Para qué diantres vale la vida?
Menos más que aún tengo tiempo...

No hay comentarios: