viernes, octubre 23, 2009

A veces uno no espera que la memoria lo alcance y le hiera al tocar esa fibra del corazón que desborda las lágrimas. Eso es lo que me ha ocurrido esta mañana en la Alameda de Osuna, al hacer fotografías a los familiares y amigos (y a la concejala del ramo) de una chica a la que mató un policía de la gristapo franquista hace ya 32 años, en la misma Gran Vía, entonces aún denominada avenida de Jose Antonio por el falangista. Y es que yo estaba allí aquel día protestando como Mariluz Nájera contra el gobierno continuista que prolongaba la dictadura, por las libertades democráticas y contra esos mismos policías y sus aliados fascistas sin uniforme, encubiertos y también armados, que días antes habían asesinado cerca, en la calle Silva junto a Luna, a otro muchacho en otro nefasto ejercicio de represión a hostias y tiros de las ansias que teníamos por quitarnos de encima aquella camisa de fuerza política. Yo no me perdía una porque militaba contra ellos en un sindicato clandestino y un partido pequeñito y era el momento de poner toda la carne en el asador, por eso cada vez que salíamos a la calle (mi padre me recordaba hoy otra, junto a la cárcel de Carabanchel cuando detuvieron a Carrillo en la que nos dieron palos a base de bien), éramos aporreados, disueltos, detenidos y a veces tiroteados por los matones del régimen salvajes con o sin uniforme a las órdenes del periclitado pasado en el que varios dirigentes del actual PP eran cargos políticos. Así que, ese año en que habían sido masacrados los abogados de Atocha y luego tantos otros (conocí a algunos), yo mismo podía haber sido víctima y mi hijo que nació ese mismo año, huérfano. Me he sentido, pues, parte del evento en que se ponía una placa en un monolito a la memoria de Mariluz, como la familia que se quedó entonces sin la única hija que había podido estudiar una carrera y estaba de exámenes y como tantos por los que lloramos y no están junto a nosotros mientras sus malditos asesinos o no sufrieron ni juicios ni condenas o ya han salido y se ríen como putos cabrones de los que cayeron para que hoy haya un remedo de democracia en este país de desagradecidos. ¿se nota que estoy cabreado como un mono?. Pues eso...

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