En los años de Maricastaña, que es cuando yo era pequeño, corrían por las calles de Madrid travías como éste, con un conductor con gorra que daba vueltas a una manivela y un cobrador detrás con dedal de goma para cortar los pequeños billetillos de papel finísimo que valían una cincuenta. Los asientos eran de madera y algunos llevaban cartelitos que decían "reservado para caballeros mutilados", además del "no escupir" y "no hablar con el conductor". Y en los topes de atrás se colgaban los chavales por diversión y los que no tenían dinero por necesidad. Ahora se expone uno de película en la nueva estación de metro de Pinar de Chamartín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario