miércoles, septiembre 06, 2006

La calle Postas de Madrid está llena de estatuas medio vivas que piden dinero a los transeuntes. Se ganan la vida con una inmovilidad transitoria de la que salen cuando oyen el clinc-clinc en su lata para agradecer al bienaventurado turista que suelta un óbolo. Uno de ellos lleva hasta caballo de cartón, otra está pringada de arena, otros parecen chulos o toreros, alienígenas plateados y mimos enharinados. La imaginación y la quietud con frío y calor en una calle no siempre generosa son el modo que se han buscado para trabajar sin hacer nada. Parece fácil, pero...

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