Se
 suele hablar de la banalidad del Mal, ese concepto de Hannah Arendt 
sobre Eichmann y los burócratas del aparato criminal nazi y otros 
totalitarismos (Jesús Ferrero lo extendía hace poco en un artículo de El
 País al Bien en los tiempos actuales) como si hubiera que ser un nazi 
para ejercerlo. 
 
Se trata de seres minúsculos del Sistema que deciden
 en relación con proyectos sociales obedecer órdenes y cumplir con el 
programa pertinente "caiga quien caiga", sea por convicción o comodidad,
 seguir la corriente o simplemente porque personalmente les beneficia 
hacerlo dado su cargo en la estructura del sistema de órdenes del poder.
 Y se aplican con efectividad y esmero en lograrlo sin plantearse, o 
haciéndolo de forma muy lateral, los problemas morales y las desgracias 
ajenas que conllevará tal sumisión administrativa de sus actos. Como una
 hormiguita obrera o soldado en su agujero.
 
Quienes encarnan 
actualmente esas formas de banalidad del mal no son ideólogos de grandes
 teorías sociales o nacionalistas llenos de delirios proféticos (como el
 nazismo y el comunismo soviético) sino meros comparsas oportunistas que
 se encastran y ocultan bajo la jerarquía del cargo que ostentan con ese
 "yo sigo órdenes" "hago lo que se supone que tengo que hacer por mi 
cargo" "sigo las instrucciones del partido o del departamento" "sigo la 
ley y su aplicación tal y como mandan", etc. Son burócratas kafkianos.
 
Estos
 supuestos simples administradores del estado que aplauden a rabiar a 
sus líderes en los actos, les hacen reverencias a su paso y firman y 
ordenan a sus subalternos hacerlo, sean desalojos, acciones represivas 
contra quienes no aceptan el recorte de sus derechos y salarios, 
despidos y demás son la encarnación de la mediocridad oportunista del 
momento, los gregarios de limitada mente y conciencia, imprescindibles 
para que el Mal de los grandes criminales, ladrones de guante blanco y 
corruptos de arriba pueda ejercerse y se lleve a cabo en todos sus 
puntos y niveles de modo que funcione el engranaje del sistema. 
Mediocres administradores del aparato que suelen sacar beneficios y 
pequeños privilegios (a veces hasta corruptelas y quebrantos públicos 
otras veces solo parabienes y palmaditas en la espalda) aunque creen que
 lo suyo "es lo normal" y "solo aprovechan la oportunidad como haría 
cualquiera porque no son tontos" y tienen que defender su carrera. Muchos fueron puestos a dedo por aquellos a quienes sirven como lacayos. 
En
 realidad son mucho más que pobres tontos. Son pequeños malvados que se 
mueven en la impunidad del poder que los protege. Como el funcionario 
que ejecuta un desahucio o despide a los trabajadores que sí cumplen con
 su deber, porque "el de arriba" exige recortes. O el que hizo carrera 
de periodista y ahora se dedica desde los gabinetes de prensa de 
gobierno de ayuntamientos, consejerías, partidos u otros entes 
semejantes a llamar a los medios de prensa para exigir que se cambien 
titulares o noticias que "les parecen mal enfocadas" o "contra su 
entidad" presionando y hasta amenazando y, desde luego, ignorando los 
escrúpulos de la LIBERTAD DE PRENSA y convirtiéndose así en censores 
adjuntos al poder, su señor.
En ocasiones sus medidas son la gota que colma el vaso
 depresivo de una víctima y precipita su pánico llevándola a medidas 
desesperadas que pueden llegar al suicidio como ha pasado varias veces 
en tiempos recientes. Banalizan esa "pequeña" maldad diluyendo responsabilidades en
 el maremagnum del sistema. Son cobardes irresponsables en una sociedad 
en crisis donde protagonizan con su vulgar firma u orden la barbarie
 misma de lo peor de la sociedad para beneficiarse ellos y además ser 
reconocidos por sus líderes o por los que estan detrás de ellos: los señores de sus señores. 
 
Me refiero, claro está, al verdugo 
social que expulsa de su vivienda o de su puesto de trabajo o le 
arrebata la renta al humilde desesperado, también al retorcido 
torturador del papeleo imposible y al policía que golpea con saña a 
quien defiende derechos adquiridos, pensiones y salarios recortados y 
también al que aplaude con su voto y su apoyo a los ideólogos de la 
destrucción social y la demolición controlada del estado de Bienestar 
como modo de salvarse ellos mismos de la quema. Ese que están llevando 
ahora a cabo el Partido Popular, la codicia empresarial y los buitres 
del Mercado. O ¿aún existe alguien tan inocente que cree que la Alemania
 nazi pudo existir y llegar adonde llegó sin las masas enfervorecidas de sus mítines, 
los burócratas oportunistas, los pequeño-burgueses aterrorizados por la crisis y la mediocridad de los cómodos a las que se añadió esa dura 
represión prebélica con bandas brutales que llevó a Hitler al poder con el consentimiento de
 muchos que se tildaban de ciudadanos modelos y cumplidores de lo que 
querían los dirigentes?. 
Nuestros pequeños Eichmann parecen "gente 
normal" mientras nos destrozan y conducen al desastre. Seres mediocres 
de moral plegable imprescindibles para que la maquinaria que destruye el
 tejido social solidario pueda aplastar la resistencia de las víctimas 
del Sistema y apagar su quejidos, porque además no se consideran 
responsables de las consecuencias de sus acciones cuando firman u 
ordenan. Mi abuela habría dicho que son malas personas aunque se crean 
importantes, unos mierdecillas sin conciencia a quienes debemos señalar y
 exigir que asuman su responsabilidad desde el cargo que ostentan y que 
fueran capaces de decir "NO" cuando la ley o su aplicación sean 
injustas. Y si no que queden en evidencia y la corriente social de la 
Historia los arrastre hasta el fondo del infierno.
Juan Luis Jaén (El Metronauta)
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