martes, julio 18, 2006

He escrito un relato de terror titulado DIA MACHO y lo he puesto en mi segundo blog: los Cuadernos de Linus, que tiene conexión a un lado de esta página. Se trata de un esperpento brutal sobre ese YO machista que todos los varones llevamos dentro, escondido bajo capas de sociabilidad que matizan el estereotipo ancestral del jefe guerrero primitivo, el macho alfa de las pandillas de monos, y que a veces una historia de celos desenmascara y deja aflorar con toda la zafiedad ególatra y criminal. No se lo recomiendo leer a las personas sensibles, que aún creen que sólo tenemos un Yo construído con buenas formas y generosidad, ni les permito reirse por el lenguaje soez y sus autobromitas de machote. Es un personaje real. Tan real como usted cuando se mira al espejo lleno de rabia y sin maquillaje moral. Para escribirlo tuve que dejar unas horas en libertad vigilada a ese monstruo que relata su odisea. Es ese vecino que, cuando sale en la tele detenido y, a veces, autolesionado, y del que dicen sus compañeros de trabajo, de bar o de calle "Pero si era un tío muy normal... nadie hubiera pensado que pudiera hacer algo así..." O, ¿es que piensan ustedes que quienes acaban así van cantando por la calle todas las barbaridades que se les pasan por la cabeza?. Yo tuve un compañero de trabajo en un banco que se escapaba algunas mañanas a espiar a su esposa diciendo que "es que hoy va el del butano, no vaya a ser que... de las mujeres nunca se sabe..."
La pornográfica afición es un juego virtual de despersonalización de la mujer que necesitan muchos hombres para tener un escudo que les defienda contra el miedo a su poder natural a base de cosificar el objeto de deseo y desposeerlo de su valor humano. Y es uno de los mayores negocios de hoy.
Y, lo cierto, es que una persona equilibrada no es quien no es consciente de sus fantasmas, sino quien es capaz de comprenderlos para domeñarlos y no dejarlos hacerse realidad. Y la violencia es el recurso de los que son incapaces de reflexionar sobre los actos propios y los de los demás y toman la ruta más corta, que siempre es la peor, para sí y, sobre todo, para las personas próximas. Léanlo y díganme qué piensan. No se trata de estar de acuerdo, sino de pensar.

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