jueves, junio 29, 2006

ACERCA DE LA FOTOGRAFÍA DE RETRATOS
Leo un artículo laudatorio del gran Henri Cartier-Bresson en el EP(s) y vuelvo a sentir de nuevo ese cabreo que me subleva casi siempre que voy a ver exposiciones de fotógrafos y leo los panegíricos que les dedican críticos y comisarios que pretenden saber mucho de esta técnica-arte. Pero como no deben haber cogido una cámara en sus manos casi nunca, meten la pata con desvergüenza de palurdos comprando Puertas del Sol o tranvías nada más llegar a la capital.
Por ejemplo, cuando hablan de "la pose", que es una práctica que procede de los primeros tiempos y de la pintura, en el primer caso por las largas exposiciones requeridas en las placas de cristal sensibilizado y en el segundo por su esencia tranquila: imaginen a "la Gioconda" diciendo que tenía prisa y le da 10 minutos para hacerse el retrato a da Vinci, o que no se estuviera quieta una de las modelos del estudio de Cameron.
Hay maestros supremos del posado, como Karst, Beaton, Avedon o Newman que estudiaban con sus ayudantes tomando polas durante horas, hasta que se ponían en el cajón o cogían la hassel. Otros como García-Alix, Newton o Mapplethorpe son más espontáneos, pero precisan la quietud del modelo dentro de un campo limitado de movimientos en los instantes decisivos: que son en realidad sobre todo definitivos, porque son aquellos en que captas, o no, el "animus" (W.B.) del personaje.
Para casi nada de eso son importantes las técnicas aprendidas, que hay que olvidar enseguida que el cuerpo las aprende para no estar pendientes de ellas.Son la intuición y la empatía. O, en otros casos como en Beaton, Brassaï o Penn, la helada distancia de congelación del gesto desnudo de emociones.
Yo, que también soy una "polilla frenética" tomando fotos -que se lo pregunten a mis compañeras del periódico a cuya disposición suelo poner tomas desde los más variados ángulos posibles y gestos inesperados, así como situaciones tan comprometidas a veces que resultan impublicables- tengo que decir que a veces es necesario pedir que posen a tipos que lo requieren por circunstancias diversas: falta de tiempo para interpretarlos desde mi posición, egocentrismo manifiesto o, las menos veces, curiosidad por tenerlo a nuestra merced un ratito. Al fin y al cabo, somos cazadores de luces y sombras con un arma que algunos creen que inmortaliza y otros que atrapa el espíritu.
Pero, cuando se ponen "estupendos" los entendidos es cuando entran en el terreno de lo insignificante. Por ejemplo, hablar del 1/125 de segundo, las luces elegidas y esas cosas. Mi opinión es que yerran yendo por ese camino pedante. Porque nadie hace las fotos a 125 milésimas. Es decir, es posible que hagas una así y que haya quien lo teorice para reirse de los epígonos. Pero en concreto, las de Cartier-Bresson de las que se habla, cualquier fotero o editor gráfico del montón se da cuenta, que están hechas a velocidades inferiores, incluso críticas para detener el brillo de los ojos o el movimiento de un dedo nervioso, porque precisan robar un poco más de esa tenue sensación de vida que los congelados fulminantes de los flashes de estudio no proporcionan nunca, como demuestra el bacalao de cera de la portada de ese mismo número de EP(s): un horroroso retrato sin el más mínimo "punctum", en el que Al Gore pone cara falsa de interesante y el fotógrafo y la revista se lo tragan.
El retrato -y yo he fotografiado a centenares, miles si consideramos desconocidos, de personajes en estudio, localización, ruedas de prensa, entrevistas, por la calle y en su casa, riendo, llorando, muriendo, recien nacidos, amando, sufriendo, votando y siendo luego ganadores, perdedores, ni fu ni fa, pasando de mi, cabreándose con mi cámara, descuidados, congelados como merluzas y en plena actividad deportiva o de lucha y etc. etc.- es un arte que tiene que saber estar a la que salta. No valen normas, ni velocidades paralizantes, ni mucha ni poca profundidad de campo, ni medias de seda en el objetivo, ni un millón de watios, a no ser que haya un clima de relajo entre ambos, como hacía el gran Karst antes de tomar la imagen número uno: hablaba y hablaba hasta que, de pronto, decía "Ponte ahí".
No vale pedir que te mire, o lo contrario. El fotógrafo tiene que saber dibujar con la luz que quiere utilizar tanto si lo hace en B/N o colores y para eso debe saber con quien se enfrenta y que busca obtener. Ha de leer el rostro, la figura, la composición de la escena y retirar del fondo o poner en el plano que desee aquellos elementos que le sobran, que son casi todos los que no contribuyen a dar a comprender al personaje a quien lo vaya a ver. Para eso tiene a su disposición todos los diafragmas y velocidades, pero sobre todo su sentido común y su conexión temporal con el objeto que va a meter en la cámara al apretar su disparador.
Si uno tiene tiempo para estar con Matisse durante horas o días, como C-B y dejarlo discurrir a su bola mientras eliges los momentos discretos de toma de imágenes, o como las de Picasso con Jacqueline en su taller y en la playa que le hizo un amigo fotógrafo durante semanas, has de ser un inútil o un artesano sin chispa si no eres capaz de salir con unas fotos geniales. Porque, de verdad, el retrato y el paisaje (de interiores o exteriores) son hasta cierto punto sencillos para cualquiera, claro que la genialidad siempre se manifiesta precisamente al convertir lo fácil en algo especial sin que se note mucho la intervención del artista, o lo complicado de las tomas en imágenes que a primera vista sean sencillas. Porque esa naturalidad que se aprecia en los retratos geniales, tanto en los preparados como en los captados al descuido(¡), procede de la observación previa del personaje y del conocimiento que se tenga de sus actividades, carácter, etc. Un asno puede hacer sonar una flauta por casualidad, pero el concierto 313 de Mozart no, ni siquiera mal.
No obstante, no se debe exagerar mitificando a grandes fotógrafos y mucho menos a esos pequeñitos de los que se hacen catálogos o libros carísimos y exposiciones en centros oficiales y fundaciones y que, menos a sus hagiógrafos y "curators" suelen decepcionar a casi todos: o bien porque tienen una sola idea y la repiten hasta la extenuación, o porque no tienen ninguna pero una buena técnica aprendida con esmero los hace aparentar algo, pero quien hace fotos a menudo nota que están huecas.
Por ejemplo, en los últimos PhotoEspaña, que he seguido con entusiasmo como saben quienes leen este blog, hay de lo uno y de lo otro a mansalva. Es lógico si se tienen que montar mas de sesenta exposiciones cada año.
Como yo mismo soy fotógrafo no me parece justo meterme con algunos, pero si con la concepción de las exposiciones: unas, pretendidamente innovadora, como las de Telefónica, suelen ser un páramo del primer tipo (una sola idea explotada hasta la saciedad); otras, como el eclecticismo de algunas galerías que venden aire a precios de uranio, ya es que me parece un escándalo sin sentido del ridículo.
Y es que ni valen los retratos tipo fotomatón enormes para representar nada como no sea que todos los humanos somos parecidos dentro de nuestras diferencias, ni se expresa más por poner muchas cosas en la misma foto. En definitiva, que los retratos del maestro Cartier-Bresson son a veces magníficos y a veces mediocres, pero suelen ser más notables los que no se hacen a 125 milésimas de segundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Adhiero; sencillamente, no vale la pena hablar. Es, en fotografia, incluso contranatura. En mi caso lo que más me traba a la hora de frivolizar sobre los pormenores o generalismos de la situacion fotográfica es que uno, en la calle o en su estudio, es una persona única como el resto de los mortales. Y a mi me gusta creer que incluso yo soy único con todas las personas, no puedo ser el mismo con 2 seres humanos distintos. Con algunos soy tierno, con otros estupido, o pragmático, o hijo de puta, o un vicioso sexual, o una mezcla. Tengamos eso en cuenta al hablar de la actitud para con nuestros modelos y las pocas ganas de hablar se me van al cuerno. Pero si que siempre tendre saliva para protestar cuando se frivoliza tanto, porque como tu dices, se desprecia todo ese contenido humano que hay entre el retratista y el retratado, que es el 99% del resultado final. Resultado final que tampoco sera el mismo para todos los espectadores. De hecho, no habra dos impresiones idénticas.